Amigo,
La cistitis después del coito es más frecuente de lo que se cree.
Sin embargo, se habla poco de una de las principales causas: la disfunción del suelo pélvico.
Por eso hoy queremos aclarar de una vez por todas la correlación entre la cistitis y el suelo pélvico. Lo haremos de una forma especial, con la ayuda de un profesional en la materia: el Dr. Francesco Callipo, fisioterapeuta especializado en rehabilitación del suelo pélvico.
Comencemos.
La mayoría de las mujeres que padecen cistitis postcoital no saben qué es el suelo pélvico ni qué papel puede desempeñar.
«Nadie me ha hablado nunca del suelo pélvico» es la respuesta que más recibimos de las personas que nos escriben en busca de una solución.
Hoy queremos arrojar un poco de luz y apoyarnos en el Dr. Callipo para darte la información correcta sobre el papel del suelo pélvico y la relación que puede tener con la cistitis.
Ah, aquí ataco uno de mis pipponi teóricos pero fáciles de entender.
Uno de los ejemplos más claros para entender que estamos ante una disfunción del suelo pélvico son las infecciones recurrentes.
Este punto concierne más a las mujeres y estoy bastante seguro de que el término más utilizado, y me atrevería a decir abusado, es cistitis.
Ahora, permítanme ser claro, esto no quiere decir que el término cistitis está mal utilizado, pero no siempre es tan claro.
Sin entrar en especificidades terminológicas, con el término cistitis la mayoría de la gente suele asociar toda una serie de afecciones como: ‘Hago mucho pis, no siempre puedo vaciar bien, me arde durante o después de orinar, tengo dolor o ardor espontáneo a nivel perineal’ y otras cosas similares.
Para resumir mejor un cuadro que puede serle útil, partamos del concepto de que la cistitis puede dividirse de forma simplificada en dos categorías: bacteriana y abacteriana.
Cuando la cistitis es bacteriana, esto se confirma mediante un análisis de laboratorio positivo (ya sea, por ejemplo, un urinocultivo o un frotis positivo): pero ¿cómo llegan estas bacterias a la vagina o a la vejiga? Sencillo, siempre teniendo en cuenta los términos generales de esta explicación, que nunca puede ser tan específica como para abarcarlo todo y sustituir la calidad que puede dar una evaluación con un* profesional especializado para encuadrar los síntomas, salvo que haya habido transmisión sexual, estas bacterias suelen proceder de un intestino que funciona mal.
Ahora, imagine el intestino como una extensión infinita cubierta de miles de millones de bacterias que representan la flora bacteriana mundialmente conocida. Cuando un intestino funciona mal, este ejército de defensa que también nos ayuda a absorber nutrientes y en tantas otras cosas a nivel metabólico, comienza a alterarse, favoreciendo la reducción de aquella parte de las bacterias que nos son favorables y predisponiendo la proliferación de aquellas bacterias malas, que, dependiendo de su gusto, comienzan a migrar a otros tejidos del cuerpo, terminando incluso en la vagina o la vejiga. Tenemos aquí una infección bacteriana y cistitis.
Entonces, ¿cuál es el abacteriano? Una cistitis abacteriana es esa afección por la que ‘meo mucho, me arde’ y todo lo que decíamos antes, la causa no es la presencia de una infección, sino una disfunción del suelo pélvico, que en su estado de afección participa de una serie de síntomas prácticamente solapados con los de una cistitis bacteriana.
Por supuesto que sí, y los repetimos constantemente a través de nuestra difusión online y social, @ilovepelvicfloor en IG si aún no nos sigues.
Mientras siga habiendo al menos una mujer en la niebla de confusión que a menudo atrapa y no deja encontrar el camino correcto hacia la resolución.
En resumen: alteración de la frecuencia miccional (aproximadamente cada 2-3 horas) y fecal (de dos veces al día, a dos veces por semana), dificultad para vaciar la vejiga y/o las heces, dificultad para contener voluntariamente el pis y la caca, dolor durante el coito, dolor pélvico (a menudo presente durante la menstruación).
Estas son las principales campanas y silbidos encontrados en el camino sugieren una evaluación especializada.
Un curso de rehabilitación implica en primer lugar una evaluación, que debe durar al menos 90 minutos para tener una base cualitativa.
El curso, como bien puede imaginarse, es subjetivo: depende de la afección, del cumplimiento (la capacidad de adaptarse y responder a las indicaciones terapéuticas) del paciente y de la respuesta fisiológica de los tejidos y órganos al tratamiento.
Así como a S. le bastó una cita mensual durante 5 meses para reanudar una actividad penetrativa sin problemas, a G. le bastaron 8 citas en 3 para recuperar la capacidad de retener el pis que solía perder en el colegio durante su actividad profesional.
La variabilidad de estos tratamientos también está ligada a las características del profesional: un ejemplo es el tratamiento del dolor pélvico crónico, para el que el profesional adecuadamente formado también tiene la posibilidad de definir las bases de una PNE (Pain Neuroscience Education) para definir junto con el paciente las bases de una estrategia conductual dirigida a gestionar el procesamiento del dolor a nivel del Sistema Nervioso Central.
Al final, no es tan importante cuánto dura un curso de rehabilitación, sino cuánto más especializado es el profesional que lo deriva, para que el tratamiento sea más eficaz, integrado y multisistémico.
Me dejaré de grandes palabras, pero ya te haces una idea, ¿verdad?
Respuesta seca: la eficacia de un programa de rehabilitación se mide por el nivel de conciencia que se tiene del propio suelo pélvico, del propio cuerpo y del estilo de vida que hay que establecer para estar en el mejor estado de salud.
Si eliges al profesional adecuado y trabajas bien durante el proceso, los resultados serán duraderos.
Agradecemos al Dr. Callipo su tiempo y su valiosa contribución.
El Dr. Francesco Callipo recibe en Salerno y Battipaglia. Sigue su perfil de Instagram para más información (@ilovepelvicfloor).